El nacimiento de un ser
querido, es lo más grande y maravilloso que le puede pasar a una persona en
general, ya que siempre trae amor, alegría, felicidad, ternura, emoción, a
veces nos da por llorar, pero de pura dicha, ya que presenciamos el milagro de Dios,
el milagro de la vida, es una luz que resplandece con el paso del tiempo, tal
vez no se puede explicar con palabras, solo se siente, con el alma y con el
corazón, en pocas palabras es una gran bendición. Muchas personas, son muy
afortunadas, de experimentar ese tipo de sentimientos, pero cuando se habla de
una perdida, es algo que nadie desea pasar por eso, es un gran dolor y una
tristeza, que tal vez, no existen las palabras adecuadas, para ponerlas en
contexto, el alma se desprende del cuerpo, la mente se nubla y empieza a
divagar, el corazón se agita y no deja de palpitar, los ojos se hinchan de
tanto llorar, porque es la única manera que el ser humano tiene de desahogar
sus penas y su tristeza, es un vacío tan grande, que nada lo llena, todos sabemos
que algún día debemos partir de este mundo, solo que no sabemos, ni el momento,
ni cómo será, el último día de nuestras vidas. Hay personas que padecen de una
enfermedad incurable, cruel y despiadada, pero sin embargo, hay quienes se
aferran a la vida y luchan con todas sus fuerzas y con todas sus ganas hasta
ganar la batalla, otras, que por el contrario, están cansadas, agotadas,
deprimidas, no soportan el dolor, el sufrimiento, la impotencia de que no se
pueden valer por ellas mismas y lo que le piden a Dios, es que tenga piedad de
ellas y a sus familiares, que lo dejen descansar y partir en paz, solo que
nadie quiere ver morir a un ser querido, pero en esas condiciones, la gente a
veces se resigna, espera que tarde o temprano ese momento llegue, que ese ser
amado parta al encuentro con nuestro Padre Creador, pero hay otras muertes que
por el contrario, nadie se lo espera ni se lo imaginan que puedan ocurrir, como
lo es, un accidente de cualquier índole, personas jóvenes, llenas de vida,
niños que apenas están empezando a vivir, personas adultas que sin estar
enfermas les ocurra este tipo de tragedias, aquellas personas que han sido
víctimas de la maldad del hombre, de torturas, violaciones, venganza, ese tipo
de muertes, son aún más dolorosas y más terribles, ese dolor, no se compara con
ningún otro, así, como no se compara el sufrimiento que padeció nuestro Señor
Jesucristo, que fue humillado, torturado, maltratado, masacrado, delante de su
Madre y aun con todo lo que él padeció, nunca dejo de confiar en Dios, en
nuestro Padre celestial. María, su santa Madre, no tuvo consuelo en su alma,
así como les pasa a muchos esposos, padres, abuelos, hermanos, tíos, primos y demás
familiares cuando pierden a ese ser, que un día vino a cambiarles sus vidas
para bien, nada puede aliviar ese tipo de perdida, ese tipo de dolor, de
sufrimiento, solo Dios, sabe por qué ocurre ese tipo de cosas, pero debemos de
aferrarnos a su amor, que es infinito y misericordioso, él, es el único que
puede comprender lo que sentimos y nos puede dar las herramientas para salir y
seguir adelante, después de esa tormenta que vino a perturbarnos, a sacudirnos,
a dejarnos sin aliento, a desmoronarnos emocionalmente y a dejarnos aturdidos,
lo único que nos deja, es, su inolvidable recuerdo, su amor incondicional, todo
lo que vivimos, sonrisas, llantos, alegrías, anécdotas, vivencias y nos deja un
gran aprendizaje, una gran lección, una muy buena enseñanza, como lo es, el
valorar aún más, a nuestros familiares y amigos, a los que siguen a nuestro
lado, a no dejarlos solos, a compartir más en familia, a valorar cada momento,
a decirles a tiempo, un buen consejo, un te amo, un te quiero, un cuentas
conmigo para lo que sea, darles un fuerte abrazo, a saberlos escuchar y estar
atentos, ante cualquier tipo de situaciones, ante cualquier tipo de
comportamiento, vamos a brindarles más tiempo de calidad, prestémosles la mayor
atención que necesiten y lo más importante, es que nos mantengamos unidos en
oración, porque es nuestro mejor escudo, nuestra máxima protección, porque Dios
y la Virgen siempre con todos nosotros están…
Aunque el
dolor sea incomparable e inexorable, el amor de Dios es único e irremplazable
Lourdes Rojas
Rojas
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