jueves, 30 de enero de 2020

Inolvidable Recuerdo


El nacimiento de un ser querido, es lo más grande y maravilloso que le puede pasar a una persona en general, ya que siempre trae amor, alegría, felicidad, ternura, emoción, a veces nos da por llorar, pero de pura dicha, ya que presenciamos el milagro de Dios, el milagro de la vida, es una luz que resplandece con el paso del tiempo, tal vez no se puede explicar con palabras, solo se siente, con el alma y con el corazón, en pocas palabras es una gran bendición. Muchas personas, son muy afortunadas, de experimentar ese tipo de sentimientos, pero cuando se habla de una perdida, es algo que nadie desea pasar por eso, es un gran dolor y una tristeza, que tal vez, no existen las palabras adecuadas, para ponerlas en contexto, el alma se desprende del cuerpo, la mente se nubla y empieza a divagar, el corazón se agita y no deja de palpitar, los ojos se hinchan de tanto llorar, porque es la única manera que el ser humano tiene de desahogar sus penas y su tristeza, es un vacío tan grande, que nada lo llena, todos sabemos que algún día debemos partir de este mundo, solo que no sabemos, ni el momento, ni cómo será, el último día de nuestras vidas. Hay personas que padecen de una enfermedad incurable, cruel y despiadada, pero sin embargo, hay quienes se aferran a la vida y luchan con todas sus fuerzas y con todas sus ganas hasta ganar la batalla, otras, que por el contrario, están cansadas, agotadas, deprimidas, no soportan el dolor, el sufrimiento, la impotencia de que no se pueden valer por ellas mismas y lo que le piden a Dios, es que tenga piedad de ellas y a sus familiares, que lo dejen descansar y partir en paz, solo que nadie quiere ver morir a un ser querido, pero en esas condiciones, la gente a veces se resigna, espera que tarde o temprano ese momento llegue, que ese ser amado parta al encuentro con nuestro Padre Creador, pero hay otras muertes que por el contrario, nadie se lo espera ni se lo imaginan que puedan ocurrir, como lo es, un accidente de cualquier índole, personas jóvenes, llenas de vida, niños que apenas están empezando a vivir, personas adultas que sin estar enfermas les ocurra este tipo de tragedias, aquellas personas que han sido víctimas de la maldad del hombre, de torturas, violaciones, venganza, ese tipo de muertes, son aún más dolorosas y más terribles, ese dolor, no se compara con ningún otro, así, como no se compara el sufrimiento que padeció nuestro Señor Jesucristo, que fue humillado, torturado, maltratado, masacrado, delante de su Madre y aun con todo lo que él padeció, nunca dejo de confiar en Dios, en nuestro Padre celestial. María, su santa Madre, no tuvo consuelo en su alma, así como les pasa a muchos esposos, padres, abuelos, hermanos, tíos, primos y demás familiares cuando pierden a ese ser, que un día vino a cambiarles sus vidas para bien, nada puede aliviar ese tipo de perdida, ese tipo de dolor, de sufrimiento, solo Dios, sabe por qué ocurre ese tipo de cosas, pero debemos de aferrarnos a su amor, que es infinito y misericordioso, él, es el único que puede comprender lo que sentimos y nos puede dar las herramientas para salir y seguir adelante, después de esa tormenta que vino a perturbarnos, a sacudirnos, a dejarnos sin aliento, a desmoronarnos emocionalmente y a dejarnos aturdidos, lo único que nos deja, es, su inolvidable recuerdo, su amor incondicional, todo lo que vivimos, sonrisas, llantos, alegrías, anécdotas, vivencias y nos deja un gran aprendizaje, una gran lección, una muy buena enseñanza, como lo es, el valorar aún más, a nuestros familiares y amigos, a los que siguen a nuestro lado, a no dejarlos solos, a compartir más en familia, a valorar cada momento, a decirles a tiempo, un buen consejo, un te amo, un te quiero, un cuentas conmigo para lo que sea, darles un fuerte abrazo, a saberlos escuchar y estar atentos, ante cualquier tipo de situaciones, ante cualquier tipo de comportamiento, vamos a brindarles más tiempo de calidad, prestémosles la mayor atención que necesiten y lo más importante, es que nos mantengamos unidos en oración, porque es nuestro mejor escudo, nuestra máxima protección, porque Dios y la Virgen siempre con todos nosotros están…

Aunque el dolor sea incomparable e inexorable, el amor de Dios es único e irremplazable

Lourdes Rojas Rojas

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